Exactamente en el sitio en donde se encuentra, pero en el siglo XVIII, existió un templo pequeño de plata basilical; y por la poca capacidad, se pensó en erigir uno mas grande, adecuandose a la constante creciente de la población. La construcción del nuevo templo se comenzó el 9 de diciembre de 1804, obra que se detuvo en 1810, cuando, debido al movimiento de independencia se tuvieron que detener. Los trabajos se continuaron en 1819, y para finales del año 1822 se concluyeron.

El primer órgano que adquirió fue en el año de 1824, construido por el señor Andrés Muñoz.

El párroco Ignacio Castro comenzó en 1847 la construcción de sus altares – de estilo neoclásico- luego instaló vidrieras en sus ventanas; intentó fabricar una fachada y construir la torre, pero esta quedó trunca, aunque se terminó el primer cuerpo y colocó el primer reloj.

En 1868 se proyectó construir las actuales torres y el párroco se inclinó por una muy sencilla, presentada por Gabriel Luna y Rodríguez, los trabajos de este proyecto comenzaron en seguida y se empezó a construir su pórtico, hasta llegar a las ventanas ojivales. Las torres quedaron terminadas el 14 de octubre de 1893 y el 31 de marzo de 1896, respectivamente.

El 23 de junio de 1891, con la bula de León XIII, IIIud in Primis, la antigua parroquia se convirtió en la sede y catedra del obispo, doctor Ignacio Díaz y Macedo (1893-1905).

En 1920 se decidió darle unidad arquitectónica al interior, y se encargó la decoración a Jesús Escamilla, quien presentó un proyecto de corte renacentista, que fue aceptado por el prelado; esto se terminó en 1923. La remodelación incluyó un nuevo trono obispal y sillería de fina talla para los canánigos, diseñados por el maestro carpintero Heliodoro Monroy.

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